sábado, 22 de septiembre de 2018

una tarde cualquiera

    Vivo en lo más profundo de mi habitación, mientras se escuchan los suaves silvidos de las aves aleteando entre las hojas doradas de los viejos sabios, mientras éstas bailan al ritmo de la suave brisa. Las blancas almohadas que flotan en el cielo reteniendo sus cristales, en sincronización con mis párpados cerrados, con gotas que nunca llegaron a salir inundando los retoños de mi alma, producidos por el temor, y el dolor.
    Ese fuego ardiente que sale desde lo más profundo, con puas mostrándose en la garganta. Visualizando sus "puertas del alma", tranquilas lagunas verdes, y el presente miedo de ahogarme es palpitante, tal como un sueño que sólo se vive una vez.
    El color amarillo que baña los cielos azules, mostrando el pasar de las horas, y los recuerdos que recorren los pasillos de mi mente atormentada. La película en blanco y negro, la estática de los canales al pasar, la necesidad de escuchar aunque sea un sonido más, pero al ritmo del telón negro bajando a través de mi ventana, todo pasa, y las aves descansan, al igual que la ciudad entera, pero mis recuerdos son como búhos, seres nocturnos que no me dejan respirar.
    Y en la penumbra de mi habitación, mis sentimientos salen a flote, tal como el narciso que se expone en el lago azul.

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